jueves, 10 de mayo de 2007

Nunca te ates

"La imposición ata; el entendimiento, fusiona. Atar es la presión de la fuerza; entenderse es la caricia de la convicción.
Atar es adherir dos unidades usando una fuerza externa para que permanezcan juntas. Una fuerza que a veces se llama poder, a veces conveniencia o necesidad, y en los casos más tristes, brutalidad o temor obsceno.
Atar siempre es un ejercicio perecedero, porque por potentes y enrevesados que sean los nudos, cuando con voluntad irrompible el adherido desea deshacerlos, tarde o temprano los acaba desligando.
Atan los faltos de plumas en el alma y sobrados de arena en el cerebro. Todas las ataduras acaban podridas. Como las cuerdas.Entenderse es acoplarse hasta encajar, es sostenerse mutuamente hasta fusionarse.
Entenderse es renunciar a la rigidez propia y estar dispuesto a oír, discernir y valorar la opinión ajena. Es tratar de igual a quien le dices que es tu otro igual. No le mientes porque vas sobrado de la energía que da el saber escuchar para entender. Porque tu triunfo no es dominar para sostener, es el encajar para sostenerse. Como los arcos de medio punto, esas construcciones hechas con piedras que se unen a la perfección y lo aguantan todo por los años de los años, sin otro ensamblaje que su perfecto encaje de las unas con las otras.
Su fuerza para sostenerse y sostener empieza y acaba en ellas mismas, en su magistral acoplamiento. No es fuerza atada, es entendimiento fusionado."

Os presento Ángela Becerra, aunque desconocida para muchos, la segunda escritora de habla hispana más leída en España tras Gabriel García Márquez.

Hasta la fecha ha publicado 4 obras, Alma abierta, De los amores negados, El penúltimo sueño, ganadora con este libro del premio Azorín de 2005 y la más reciente Lo que le falta al tiempo publicada en Enero de este año.

En estas pocas líneas he encontrado algo, algo de lo que en ocasiones he podido disfrutar, en otras he deseado poder encontrar y sin duda algo que siempre he anhelado compartir. Se trata de la comunicación, aquella que actúa como estímulo de la conducta de otro ser humano, como un inevitable ejercicio de expresión, ese cúmulo de frases, términos y expresiones que penetran en nuestra mente y alimentan así nuestra imaginación creando quimeras, sustentando visiones, generando a veces ilusión en otras desesperación, dudas, esperanza, dolor, éxtasis…

todo ello mediante el uso, a veces trivial y a veces excepcional, que representa para mí la palabra.

PD1: Cada miércoles podéis leer un artículo suyo en la contraportada del diario gratuito ADN