"Las dimensiones de nuestra vida empiezan y acaban en nosotros mismos. Pero a veces queremos ampliarnos y por eso buscamos compañías. Pensamos que la adhesión a otros nos aportará algo que ellos tienen y nos apetece; buscamos conexiones que entiendan nuestro existir. La experiencia la iniciamos muy pronto: los amigos de la escuela, los del barrio... Con ellos, todo era divertido y mejor.
Después llegaron las primeras grandes amistades, esos nudos de vegetación virgen que entrelazados buscan luz y senda en la selva. Con otros sumamos aficiones, ideas, intereses e incluso sentimientos. Compartir era nuestra forma más bella de ampliar nuestro crecer. Hasta que un día, nuchos decidieron crecer unidos a otro ser. Como si no fuésemos enteros, alguien se convertía en nuestra otra mitad: dos medias naranjas de árbos y raíz distinta, gajos y jugos insertados envueltos en una piel común que debía protegernos de un clima llamado "la circunstancia". Pasaron los años. Unos se mantuvieron unidos y jugosos; otros, esposados por el aburrimiento.
A la pareja cada día hay que añadirle energía y sal de vida. Y cuando el aburrimiento asoma, agarrarlo por el cuello y ahogarlo entre libertades, sorpresas, complicidades, admiraciones y risas. Para crecer en compañía hay que crecerse y ayudar a crecer. Esposarse con el aburrimiento es aceptar vivir en la jaula sin salida de la desolación"
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