Es complicado atrapar el momento, ya sea de felicidad, de pasión, de euforia, alegría...
Se exhibe sin pudor de forma etérea e inmaterial, consciente de su protagonismo, orgulloso de su poder, para a continuación desaparecer, a veces escurriéndose como un pez que intentamos atrapar con las manos desnudas, a veces camuflándose con sigilo entre aquello que nos rodea.
Ciega como un rayo abrumador, mostrándolo todo en un instante para luego precipitar desde el infinito una oscuridad que no se conforma con los límites de aquello que podemos ver sino más allá incluso de aquello que podemos imaginar.
Recorriendo de forma aleatoria y descontrolada partes del cuerpo que por momentos no reconocemos como propias. Como una especie de anestesia emocional, poseyendo y liberando órganos vitales, articulaciones, músculos...
Os dejo con un fragmento del libro que estoy leyendo, que reflexiona sobre uno de estos momentos:
viernes, 25 de abril de 2008
Atrapar el momento
"Cuando Sylvia tenía quince meses y acababa de soltarse a andar. Lorenzo la observó mirarse en el espejo que entonces había en su cuarto. Llevaba en las manos un tarro de crema de su madre y se la ofrecía a su propio reflejo, convencida de que era otra persona. Lorenzo se vestía sin perder de vista a la pequeña. En un momento dado, Sylvia se asomó detrás del espejo para tratar de descubrir dónde demonios se escondía la otra niña, esa niña que la miraba y también le ofrecía un tarrito de crema. Repitió el gesto de buscarla varias veces. Lorenzo no le dijo nada, no le explicó nada. Se limitó a mirar, a sonreír mientras disfrutaba de la parsimonia concentrada de la niña frente a su propio reflejo aún desconocido para ella. A veces recordaba ese instante sin saber a ciencia cierta si en eso, en algo tan secillo como eso, consistía la felicidad. "
Al final las cosas ínfimas (sumadas) son las que importan.
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