martes, 26 de junio de 2007

Los sueños despiertos

Cuando no se sabe adónde ir, nunca se llega a donde no se sabe. Cada uno a su manera guarda en el cerebro un surtido de objetivos que algún día desearía hacer realidad, porque los intuye como logros para su bien personal e incluso su felicidad.

Conseguir la armonía con quienes hay más proximidad de cerebro y alma, establecer una nueva relación que excite los poros, descubrir ese alguien que apague las soledades, hacer posible ese viaje o aquel trabajo, leer y asumir aquel libro, adelgazar aquellos kilos… una infinidad de objetivos e ideales, de sueños personales e intransferibles que vamos construyendo y tejiendo a lo largo de nuestra vida.

Es lógico que muchas de nuestras actuaciones las hagamos pensando en hacerlos posibles, porque cuanto más se pierde el tiempo, el tiempo menos responde. La intención y el esfuerzo para conseguir lo soñado siempre estiran la energía, hinchan la pasión y optimizan las neuronas: nos hacen vibrar, que es la forma más llena y bella de vivir.

Incluso en las épocas de mayor abatimiento, cuando el suelo se nos ha vuelto barro y el aire arena, hay que formularse un deseo posible, asirse a un ideal y concentrarse en conseguirlo, porque sólo ahí es donde encontramos el ápice de energía que nos permite sentir en nuestro interior una lejana y a veces casi imperceptible vibración: la del retorno a la vida.

Siempre hay que soñar… incluso para seguir bien despierto. (Ángela Becerra)

De forma inevitable y en ocasiones imperceptible incluso para sorpresa propia tendemos a encaminar nuestras acciones para conseguir la realización de nuestros sueños.

Aunque nos parezcan lejanos, despreocupados de la realidad de nuestro día a día, seres intermitentes que nos visitan sin avisar siempre están ahí, nos acompañan y aparecen cuando más se necesitan.

¿Quién no ha pensado cómo será su vida dentro de 1 año, 5 ó 10 años?, ¿quién puede negar el deseo de ver cumplidos estos "sueños"?.

Aunque todos, en ocasiones, nos hagamos estas preguntas, sus respuestas no son las que rigen nuestro día a día. No son las que nos dan energía para levantarnos por la mañana, para aguantar la bronca del jefe en el trabajo, para arreglar los fallos que tiene un trabajo,...

Necesitamos triunfos, premios, reconocimientos de algún tipo que sustenten nuestro esfuerzo diario. A veces los encontramos en un programa que nos hace reír, otras en una pareja que nos abre los brazos de su cuerpo y las puertas de su corzón, a veces puede ser un consejo materno, una llamada de la abuela que se acuerda de tí, la comprensión de un amigo, ...

Pero siempre necesitamos gasolina que nos impulse, que nos acerque a nuestros sueños o que acerque nuestros sueños a nosotros, que de alguna forma convierta en verdades nuestras ambiciones, un viaje a una especie de "Canaan" interior, un trayecto que nos ayuda a conocernos, valorar qué queremos y con quien lo queremos compartir.

1 comentario:

mireia dijo...

¿Quién no sueña despierto alguna vez?
A veces, cuando necesitamos ausentarnos por un momento de la realidad soñamos despiertos. Son sueños quizás inalcanzables que nos dibujan una sonrisa en nuestro rostro, nos hacen felices o quizás avivan algo en nuestro interior que nos dice '¿y porque no es posible?' e intentamos que se haga realidad.
Esos sueños 'de dia', los 'de noche', los lejanos y no tan lejanos y los que creíamos inalcanzables e imposibles, hacen que nos mantengamos vivos, hacen que nos levantemos cada mañana con ganas de comernos el mundo, de decir 'Yo puedo hacerlo posible'.
Cuando ves un pequeño sueño realizado te sientes muy bien y te ves más capacitado aún para seguir adelante, y te sientes feliz por haberlo llevado a cabo.

La felicidad que se siente es doble cuando se puede compartir con alguien que te comprenda, entienda los sacrificios hechos, alguien tan próximo a ti que con solo oir tu voz sepa cómo te sientes, alquien que le lata el corazón tan rapido como a ti por esos sueños cumplidos, alguien que es feliz solamente por verte feliz.

¡Ojalá no dejemos nunca de soñar!