"Camino las calles y me distraigo observando el novedoso colorido de las camisas, la primicia de los brazos desnudos, las primeras sandalias libertinas.
Las faldas suben y los pantalones se encogen; las terrazas ofrecen alegrías al aire libre. Los abrigos quedan castigados en un rincón perdido. Comienza a calentar el sol. Todo parece distinto: la estación invita a relajarse, pero en el fondo todo sigue igual. Los rostros contraídos llevan colgado su silencio irrompible y su rutina intocable. Sólo la primavera ha florecido en los grandes almacenes que alientan el consumo de las almas solitarias. Castigo y premio.
Leo en un diario que en Tokio regalan abrazos en las calles. Un grupo de voluntarios, tal vez tratando de frenar el alto índice de suicidios en un país que ha olvidado tocarse, se ofrece a regalar abrazos cálidos en un universo frío de distancias. El abrazo, un gesto tan sencillo, regala un sentimiento primigenio: sentirse protegido. Protegido que es igual a sentirse comprendido, amado y respetado.
No es una secta, ni pretenden vender ni comprar nada. Son jóvenes con ganas de cambiar un esquema que cada vez encierra más al ser humano. Quieren prevenir lo que viene: mientras en el Antártico se deshace el hielo, en los países desarrollados se congela el alma. Ojalá no caigamos en la peor de las desgracias: la soledad helada.
Llueva, nieve o ventee, habría que sacar el alma al sol para que se caliente." (Ángela Becerra)
Nadar contra corriente no es fácil, la sociedad nos arrastra en un mar de convencionalismos establecidos y conductas políticamente correctas, intentando que actuemos e incluso juzguemos según estos principios, "el legado de la civilización", un tácito acuerdo de convivencia que emmascara realidades desconocidas en comportamientos habituales.
Sin embargo, existen llamadas interiores que a veces son incontestables, en las que nos recorren preguntas que se repiten, imágenes que nos asaltan, sentimientos que nos invaden. Nacen de los instintos más elementales, que todos portamos interiormente.
Llamadas que de alguna forma se posicionan como contrapunto a aquellas que nos dicta nuestra razón, llamadas en que la prudencia y deseo conducen a caminos opuestos, que suspiran por contactos que nos calienten el alma, para alejarnos de los miedos y acercarnos a la calidez de las personas.
viernes, 1 de junio de 2007
Soledad soleada
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2 comentarios:
Imposible leer esto y no abrir boca (donde están los que te leen?). Felicidades por el post Joan, haces honor al título de tu blog, se nota algo que sobresale en ti y lo vuelcas aquí, algo que está en el límite...
Por cierto, la foto tb la tengo yo en un antíguo post sobre abrazos (http://tonificante.blogia.com/2005/122301-un-poco-de-luz-a-un-dia-gris.php)
A ver si te gusta.
Es cierto que necesitamos más que nunca amistad, gente que nos llame, nos escriba, nos motive, que no nos engañe. Necesitamos recuperar el espacio de calidad humana...
El link es este.. no se pq no sale bien antes.. y sino te lo envío cuando nos vemos en el MSN...
Ahi va:
http://tonificante.blogia.com/2005/122301-un-poco-de-luz-a-un-dia-gris.php
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