jueves, 1 de mayo de 2008

Nada


Nada.
Lo mejor es siempre no esperar nada.

Hacer las cosas por decisión propia, haberlo pensado o no haberlo hecho.
Actuar, entregar la esperanza y la ilusión a la tarea en sí y no a su resultado.
Depositar las energías en su desarrollo y diversificar el valor de su resultado en el proceso.
Relativizar. No concentrarse en el YO ni el AHORA ni en el TU ni en el DESPUÉS.
Equilibrarse y poseer el momento. No pensar en el nunca ni el para siempre.

Unir puntos y personas, enlazar ideas, conectar con sentimientos, gestos, palabras, miradas,...
Avanzar con seguridad sobre un camino no descrito, tan sólo proyectado.
Traducir realidades cercanas o distantes que necesitamos o queremos intercambiar.
Servirse de lo pequeño, lo positivo, lo que aporta, darle forma, exprimirlo y beber.

No es sencillo.

¿Cómo se acostumbra a la mente y al cuerpo a no esperar NADA?
¿Cómo se le cierra la boca al deseo, la pasión, las ganas de transformar algo diario o lejano?
¿Cómo se acalla la ambición de conseguir metas, de avanzar en la dirección de tus sueños?
¿Cómo se extiende la mantequilla en un rebanada llena de agujeros, de incertezas, dudas?

Para reyes, el próximo año me pediré un Ángel. Tal vez me ayude.

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